Consejo de Igualdad del Ayuntamiento de Segovia, del que ISMUR forma parte.
Casi dos años después del inicio de la pandemia volvemos a reunirnos este 8 de marzo.
Años difíciles para nuestra sociedad y especialmente para nosotras, las mujeres, sea cual sea nuestra circunstancia o condición, tal y como hemos podido escuchar hace apenas unos instantes. Mujeres abuelas, mujeres madres, mujeres hijas y mujeres nietas. Mujeres sanitarias, mujeres profesoras, mujeres maestras, mujeres carteras, mujeres limpiadoras, mujeres dependientas, mujeres acompañantes, mujeres cuidadoras …, en definitiva, mujeres esenciales. Mujeres que trabajamos en casa y mujeres que trabajamos fuera de ella. Mujeres que, cuidando de nuestros hogares y de nuestras familias, hacen posible que otras mujeres nos incorporemos al mercado laboral y seamos económicamente independientes. Mujeres de aquí y mujeres de allá. Mujeres de nacionalidad española, mujeres refugiadas y mujeres migrantes. Mujeres en tiempos de paz y mujeres, como ahora en Ucrania y en otras muchas zonas del mundo, en tiempos de guerra. Mujeres que, frente a la adversidad y al sufrimiento, nos engrandecemos, haciéndonos más fuertes y resistentes. Mujeres que, pese a las innumerables caídas que sufrimos, no dudamos en levantamos y en seguir luchando para conseguir un mundo mejor no sólo para nosotras sino para toda la humanidad.
Las mujeres hemos estado, y aún estamos, en alerta constante por el virus. Nos hemos visto obligadas a permanecer en nuestros domicilios mientras se aplicaban medidas de distanciamiento social. Hemos vuelto a asumir tareas que, aunque en realidad nunca las habíamos dejado de lado, han supuesto un acusado incremento de las cargas de trabajo a las que nos vemos sometidas, dentro y fuera del hogar, convirtiéndonos además en responsables de la salud física y emocional de toda nuestra familia. Las mujeres, además, hemos quedado expuestas, sin contar con protección alguna, a sufrir otro buen número de pandemias: la de la violencia, la de la precariedad laboral, la de la reducción de jornada laboral y la de la ampliación de la jornada dedicada a las tareas domésticas y de cuidados, la de la doble o triple explotación, la de poner en riesgo nuestra carrera profesional y nuestra futura pensión, la de la feminización de la pobreza severa, la de la opresión, la de la exclusión social, la de la invisibilidad y la de la guerra. Nuestras múltiples brechas han vuelto a abrir sus “puntos de aproximación” y nos ha dejado, una vez más, la necesidad de medidas urgentes de sutura.
Durante esta pandemia han salido a la luz ocupaciones invisibles e infravaloradas que, sin embargo, ya sean remuneradas o no remuneradas, se han mostrado esenciales para el sostenimiento de la vida, como sucede con las tareas domésticas y de cuidados. Ocupaciones en ocasiones estigmatizadas, mal vistas, absolutamente feminizadas y mal remuneradas, pero imprescindibles para hacer que la sociedad funcione, como sucede con las tareas de limpieza. Y, aun así, la precariedad y la pobreza siguen teniendo rostro de mujer.
Esta pandemia ha puesto de manifiesto también lo que significa el aquí y el ahora de la digitalización, así como la rapidez e inmediatez de un mundo que pasa de largo si no se disponen de los medios con que pararlo. En la edición 2021 del informe Indicadores de género de la sociedad digital, elaborado por el Observatorio Nacional de la Tecnología y Sociedad, se recoge un incremento en el uso de herramientas digitales por parte de las mujeres, pero con un sesgo claro en comunicación, salud y educación, que evidencia la perpetuación de los roles tradicionales de género. De este modo, somos las mujeres quienes tradicionalmente, y con mayor intensidad durante la pandemia, nos hemos preocupado de nuevo en mayor medida de los cuidados en el entorno familiar.
¿A ti también te ha pasado?
“Trescientos mil años dando vida al mundo”, con este lema queremos reconocer y poner en valor la importante contribución que las mujeres, cualquiera sea su circunstancia o condición, han tenido, tienen y seguirán teniendo en la superación de esta crisis en la que estamos inmersas desde hace tiempo, como principales sustentadoras de la vida, pero no sólo de la vida de las personas sino también de la de nuestra sociedad y de la del planeta.
Conciliación, corresponsabilidad, coeducación, planes de igualdad, liderazgo, empoderamiento, permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles, protección ante la violencia machista y ante el acoso sexual y por razón de género… son cuestiones que ya tenemos más que asumidas en nuestra sociedad y que, poco a poco, hemos ido interiorizando y normalizando, sin que nos resulten extrañas o ajenas.
Por ello, ahora más que nunca, resulta absolutamente necesario tomar medidas correctoras que ayuden a revertir la situación de crisis provocada por la pandemia y a paliar sus efectos desproporcionados sobre nosotras, las mujeres. El objetivo no es otro que propiciar nuestro empoderamiento y conseguir que la ciudadanía en su conjunto se convierta en un agente activo y comprometido de cambio para construir una sociedad libre de violencia, emprendedora, solidaria, productiva, colaborativa, corresponsable, coeducadora, conciliadora y justa, en definitiva, un sociedad igualitaria y libre. Para conseguirlo, es imprescindible impulsar e implementar políticas públicas, con perspectiva de género; que posibiliten que las oportunidades sean equitativas tanto para mujeres como para hombres en todos los ámbitos de nuestra vida: familiar, social, laboral, político, tecnológico, económico, educativo, cultural, deportivo, de ocio, etc. Es preciso, por tanto, que no retrocedamos ni un ápice, que no echemos a perder lo ya trabajado, lo ya conseguido, lo ya caminado…
La igualdad efectiva y real no es una cuestión de un solo día, ni de un solo mes, ni de un solo año. Se necesita un compromiso firme y decidido por parte de todos los gobiernos, en general, y de toda la ciudadanía, en particular, para consolidar el camino recorrido y no dar un paso atrás.
El virus nos ha planteado una ardua batalla, dilatada en el tiempo y con efectos devastadores para nosotras, las mujeres.
No permitamos que nos venza en nuestro objetivo, que no es otro que la igualdad.